domingo, 14 de noviembre de 2010

Mecamística del cine (1961)

El cine es, por encima de todo, linterna mágica. Linterna mágica que hoy tiende a utilizar la electrónica para teledistribuirse.
El técnico que vive lo mágico del cine, debe tener conciencia de su importante papel, debe tener conciencia de su responsabilidad.

El técnico anima y conecta un gran espectáculo de conversión, de sugestión, de encanto y de conquista.
Sólo se puede coaccionar la libertad del espectador cuando existe un gran motivo poético.
Esta gran mecamística electrónica, debe rendir un fruto de aproximación y entendimiento: de compenetración humana.
Es obligado que la técnica mágica del cine sirva a una mística de amor al prójimo. Es todavía más deseable que la magia sea la propia cristalización de la sustancia-motivo.
Y es ideal que el cinematurgo (o sea, el hombre unificador de la acción cinematográfica) haya nacido poeta meca-místico.
La falta del orden jerárquico de valores éticos, es la culpable del estado actual de este casi fisiológico servicio de diversión, tan lleno de culpa como de motivos de perversión y escándalo.
Tras una cristalización técnica, justificada por el empleo de un nuevo resorte, o de un simple gran efecto emotivo de resonante repercusión metálica en las taquillas, puede disimularse y hasta se disculpa el escándalo.
Todo el cine lo hacemos para quienes nos siguen. Los que nos siguen son la segunda generación emotiva de nuestro propio goce.
El espectador de cualquier edad nos abre la cuna de sus sueños para que depositemos el nuestro, para que le contagiemos nuestro goce, para que sensibilicemos su conciencia.
Yo denuncio como cosa casi inoperante la clasificación del público por sus edades. Para mí todo el público es un gran niño enamorado de lo extraordinario.
Mirando hacia el próximo futuro de catorce horas diarias de linterna electrónica en la casa, me atrevo a pedir un código técnico (cristalizado desde todos los puntos de vista de los rincones del planeta) de respeto al espectador. Un código que detenga, aunque se presente asistida de los máximos recursos enfáticos, aquella mercancía que viene a ensuciar la sensibilidad, tantas y tan renovadas veces, virginal de las criaturas.
Las nuevas técnicas psíquicas, en las que están entrando hoy el cine espectáculo, exigen una contracomedia, un control de la mercancía, una condensación colectiva del crimen, una distinción entre espectáculo y escándalo.
El escándalo es el pecado moral hacia el que estamos más predispuestos a caer los que andamos soñando espectáculos.
Por último, no se nos diga que la sociedad se autodefiende con insensibilidad ante tanto reclamo alucinante, cuando precisamente lo que el hombre necesita hoy es apercibirse de que quedó sin carcasa, ni coraza, ni castillo, sin tiempo y sin distancias, en carne vivo y muy próximo, casi incorporado, a un solo latido social.
Esta técnica imprescindible, fundamental, esencial para el cinema, vamos a llamarla, por lo que tiene de mecánica y de invisible, meca-mística.
La pura meca-mística es el arma y la fórmula capaz de combatir a los pequeños resortes al servicio de los intereses de bolsillo. Estad seguros de que todo el mundo desea un buen alimento, un cotidiano pan emotivo que le aproveche levantándole.
¿Os apercibís de que nos ha tocado, en la historia de la Humanidad, vivir la hora de la aceleración fantástica, de la automación electrónica, de la explosión de las comunicaciones humanas, la tremenda y vertiginosa idea de la unidad?

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