martes, 9 de noviembre de 2010

Fines perseguidos por la técnica diafónica VDO (1959)

Un sistema sonoro netamente español
La Diafonía es en síntesis un nuevo sistema de choque plástico, donde la actual extraversión pasiva del oyente queda equilibrada por unos estímulos de introyección reactiva.
La escuela del cine y de la televisión debe ser escuela activa o de inhibición reactiva. Basta conocer las entrañas de un buen guión técnico, de una buena continuidad psíquica, para apercibir hasta qué punto se ha privado al espectador de autonomía. Éste, adentrado cada día más hacia el área de las grandes pantallas o estimulado en su propio aislamiento por ese presente geográfico palpitante que le acerca el televisor, extravertido en exceso, no vive su vida. Existe como tal ente humano diabólicamente estimulado a absorber sin digerir.
Y hemos de procurarle unos ejercicios espirituales compensadores de esa persistente extraversión.

Carta de naturaleza al autómata
La Diafonía también se dirige claramente a suplantar los acústicos reflejos colectivos del público influenciado por los previos reclamos y la “claque”, por los ecos de los gritos espontáneos bullentes en nuestra sangre, por la conciencia popular histórica, por las voces de nuestros padres que reclaman naturalmente participación en nuestro encuentro con las circunstancias.
Un amigo, que por naturaleza siempre reacciona ante mis cosas, me ha dicho: Tu intención puede ser buena, pero… ¿no será una refinada coacción, un nuevo cerco, un lazo invisible en la sombra, un ataque por la espalda?
La Diafonía da carta de naturaleza al autómata que hace mucho está interviniendo en el cine, en el teatro, en la radio y en la televisión. En los movimientos de cámara de cine, en los sonidos en “off”, en la música creadora del clima, en el explicador de radiodifusión, en la “claque” de los teatros, en la “claque” automática de los locutorios y estudios de radio y televisión, en los discos de ruidos de ambiente, en el inconsciente murmullo de una sala llena de espectadores reaccionantes.
Las últimas cintas para televisión que he visto ya traen insertados en la banda de sonido los ruidos de los espectadores reaccionantes con el fin de que no se encuentre nunca solo el espectador.
En el cinema, el espectador se siente traído y llevado emocionalmente por las oleadas de entusiasmo o decaimiento manifestado en los ruidos de los movimientos inconscientes de la sala.

¿Una “claque” para el cine?
Si esto es así, si en el teatro se paga una “claque”, ¿qué se hará en el cinema si se dispone ahora de múltiples canales de sonido?
Hace cuatro años, nuestro ministro de Información, repitiendo textualmente frases de Pio XII, decía:
Las nuevas técnicas de sonido e imagen cercan el ejercicio espontáneo de libre albedrío en la esfera individual y social, ejerciendo una coacción casi física.”
En lo que hoy se llama opinión pública, no hay nada de eco espontáneo despertado en la conciencia de la sociedad.”
El hombre moderno finge de buen grado actitudes independientes y desenvueltas que corrientemente no son más que una fachada tras la cual se abrigan pobres seres vacíos, sin médula ni fuerza de alma para resistir la violencia de aquellos que tienen la habilidad de poner en movimiento todos los resortes de la técnica moderna, todo el arte refinado de la persuasión.”
La comunidad no está formada por la mayoría de los que votan en unas determinadas elecciones. La comunidad está formada por las generaciones que se suceden unas a otras, por los vivos, por los muertos y por los que todavía no nacieron.”
Los textos pontificios repetidos por el Ministro nos muestran una clara conciencia de este verdadero problema venido precisamente por estar prostituida la palabra, por estar roto el divino espejo de la verdad.
Son los instrumentos comunicadores ramas del árbol de la ciencia que lo mismo sirven para alumbrar que para deslumbrarnos.

Un remoto peligro
Es la Diafonía un fruto de ese árbol mental, orientada a reclamar con novedad y eficacia que por simpatía se levanten nuestros propios gritos asociados.
¿Es peligrosa?
¡Qué duda cabe que existen muchas maneras de matar!
Lo importante será que el autor tenga, sienta, verdadero amor al prójimo. Que esté regido por una lógica, no aparencial, sino transcendente, poética, amorosa, por la que se vislumbra cuando el ser, girando a la velocidad del querer, se liberta de su carcasa y se hace prójimo.


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